La leyenda de Morgat, las goges y el dragón de Banyoles
La leyenda de Morgat (leyenda del lago)
Dice la leyenda que en el terreno donde ahora está el lago vivía un campesino llamado Morgat. Un día cuando estaba labrando sus tierras, oyó una voz que provenía del cielo que le decía:
"Morgat, Morgat, coge la labra y vete a casa"
Morgat pensó que todo eran imaginaciones suyas y continuó con su trabajo, pero otra vez sintió:
"Morgat, Morgat, coge los bueyes y vete a casa"
El campesino, extrañado, se detuvo y levantando los ojos en el cielo no vio ni un alma en el entorno. Y, golpeando las ancas de los bueyes, volvió al trabajo. Pero todavía no había dado dos pasos, que la misma voz volvió a hacerse oír:
"Morgat, Morgat, ¡vete a casa o serás ahogado!"
El hombre un poco asustado lo dejó todo y se marchó a casa, pensando que era su mujer que le llamaba porque le pasaba algo. Al llegar a casa, la mujer le dijo que ella no le había llamado, entonces decidió volver a labrar el campo, pero al abrir la puerta de casa, le estremeció un ruido extraño como si saliera de las entrañas de la tierra, mientras ésta se tambaleaba tan fuertemente que le hacía tambalear. Toda la llanura se hundía como por arte de encantamiento. Morgat, amarillo de espanto, veía subir del fondo de aquel inmenso abismo unas olas gigantescas que, atornándose torpemente, engullían con un trauto espantoso los cultivos y las arboledas.
Las aguas desatadas se extendieron desde Lió a las Estunes y desde Porqueres a Banyoles. Después se calmaron dejando formado un gran charco: el lago de Banyoles.
El campesino entendió que aquella voz que le había llamado sólo podía haber sido de la Mare de Déu del Mont, protectora de toda la comarca. Y, para agradecerle el favor que le había concedido, subió pocos días después al santuario del Mont a ofrecer un exvoto a la virgen.
La leyenda del Dragón de Banyoles
En el paraje de la Draga de Banyoles se abría una grieta en el subsuelo conocida con el nombre de hoyo del Drac. En esta grieta vivía un dragón que cada noche salía y cogía a una persona o un animal de los campesinos y se los comía. El pueblo de Banyoles vivía atemorizado y no se atrevía a salir por las noches.
La noticia de las fechorías de aquel dragón llegó a oídos de Carlemany:
"¡Ira de Dios!" -dijo el gran emperador-. "¡Vamos a Cataluña!"
Muchos de sus caballeros se disputaban la gloria de matar al dragón. El dragón les engullía a ellos y caballos. Carlemany hizo un pensamiento: se fue él en persona, montando en su caballo blanco y blandiendo su espada, que se llamaba Joiosa. Esta espada Joiosa, como largamente lo encontrará escrito en muchos libros de estampa, tenía el don de no poder ser vencida en ningún combate. Pero al rebotar contra el cuero del dragón saltó el hierro a pedazos sin haber hecho ni un ápice en aquellas escamas. Carlemany se rodeó todo triste, declarándose vencido por primera vez en la vida.
En ese momento, Sant Mer entraba en Banyoles: un hombre descalzo y vestido de saco. No llevaba armas de ninguna clase; nada más que la estola de decir misa. Se va hacia la guarida y cuando el dragón le sale; le echa la estola en el cuello. La fiera malvada perdió toda su saña y dócil como un cordero siguió al santo por todas partes hasta su ermita de Sant Esteve de Guialbes (conocida actualmente como Sant Mer). Cuando san Mer murió, también murió el dragón.
La leyenda de las goges de Les Estunes de Porqueres
Las goges son hadas que viven en el paraje de Les Estunes de Porqueres y se esconden de la luz y de la gente. Las grietas de las rocas son la entrada a sus palacios.
Una vez, había una pobre mujer que había ido a buscar leña al bosque, cuando la noche le sorprendió a medio camino de regreso a casa. Un poco asustada, empezó a deshacer el camino; pero de repente se le aparecieron las goges y le preguntaron adónde iba: ella les explicó que venía de recoger leña y se le había hecho de noche. Las goges, para ayudar a la pobre mujer, le llenaron la falda pero la advirtieron de que sobre todo no podía mirar qué habían puesto hasta que llegara a casa. Ella bien lo intentó pero cuando ya estaba a punto de llegar no pudo resistir más la curiosidad y miró qué tenía en su regazo:
" ¡Es salvado!" Exclamó desilusionada cuando vio qué tenía en la falda, y lo arrojó.
Sin embargo, al entrar en casa observó que el polvo que había permanecido en el delantal se había convertido en oro.
Las goges, pues, le habían premiado y seguidamente le habían castigado por su curiosidad convirtiendo al oro en salvado. ¡Vaya! de ahí, quien quiera puede deducir que vale más retenir que arrepentir o que la curiosidad a veces nos pierde.
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